La lesión del pulgar en los karatekas deportivos

La Lesión del Pulgar en el Karate

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Una de las lesiones que se encuentran con más frecuencia entre los karatekas es la que afecta a la articulación metacarpofalángica del pulgar. Por supuesto que dicha lesión no es exclusiva del karate: en la literatura médica anglosajona se conoce como “la lesión del guadarbosques”, y puede encontrarse con gran frecuencia también en las manos de los jugadores de balonvolea, esquiadores y practicantes de otros deportes de combate.
El mecanismo de producción de las lesiones de la articulación metacarpofalángica del pulgar es un movimiento brusco de abducción generalmente combinado con una hiperextensión a nivel de dicha articulación. Esto provoca una distensión o una rotura a nivel del ligamento colateral cubital que estabiliza la articulación frente a los movimientos de abducción (o separación).
El gesto técnico que produce esa combinación de movimientos suele ser un tsuki en el cual el puño ejecutor choca contra algún obstáculo, enganchado el pulgar contra él.
La sintomatología comienza inmediatamente tras el traumatismo, apareciendo dolor localizado en la articulación, sobre todo hacia la cara cubital de la misma, con tumefacción y una gran impotencia funcional (es difícil extender o flexionar la articulación más allá de unos pocos grados). A veces el dolor es tan intenso que tiene como consecuencia un cuadro casi sincopal, con palidez, malestar, debilidad y sensación nauseosa.
Lo más importante respecto al diagnóstico es diferencial el esguince de la rotura total del ligamento colateral cubital. La única forma de lograrlo es determinar la estabilidad de la articulación, es decir, si el ligamento es competente (y cumple con su misión de contener la articulación) o no.
Para ello se analiza el grado de desviación radial ( o sea, el “bostezo” de la articulación) producido por una abducción forzada sobre la articulación metacarpofalángica.
Dado que esta es una prueba difícil de realizar, que muchas veces debe hacerse bajo anestesia local o con control radiográfico, el camino más sensato es llevar al lesionado al médico en cuanto el dolor, la tumefacción o la impotencia funcional sean lo bastante importantes como para hacer sospechar una lesión.
En otras ocasiones, el movimiento generador de la lesión puede producir también el arrancamiento de un pequeño fragmento óseo en la base de la falange proximal (la que se articula con el metacarpiano), en cuyo caso hay un segundo punto exquisitamente doloroso a nivel de la región palmar-cubital de la articulación.
Ni que decir tiene que en estos casos es aún más importante, si cabe, un correcto diagnóstico y tratamiento.
En cuanto al tratamiento, en los casos más leves basta con la inmovilización de la articulación durante cuatro o cinco días comenzando tras ello la rehabilitación de la articulación, con masaje, calor local y antiinflamatorios tópicos, que en la fase aguda pueden complementarse con otros por vía general. Se empleará una pelota muy blanda para recuperar la movilidad a nivel de la articulación y posteriorment otra más dura para adquirir potencia en la musculatura del pulgar (especialmente el abductor, que es quien realiza el movimiento opuesto al que desencadena la lesión), para evitar en lo posible que se repita la lesión de nuevo al recomenzar el entrenemieto.
En las roturas ligamentosas completas, con gran inestabilidad articular, puede procederse a la inmovilización con un vendaje escayolado o a la cirugía primaria, suturando los dos cabos rotos del ligamento (lo que no evita el posterior período de inmovilización). Igualmente importante aquí es rehabilitar correctamente el dedo para asegurar un estado óptimo antes de reanudar la práctica normal del karate.
Autor: KARATEKA

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